Un día la ciudadana de a pie, esa que no tiene nada que rascar, cuya única propiedad es un título universitario que solo le sirve para tener orgullosa a su abuela, empieza a recibir amenazas, que si le van a robar el sueldo (de mierda), sus propiedades (¿son los títulos transferibles?) y su cuenta del banco, se empieza una a preguntar que le ha hecho a la mafia siciliana y si el siguiente paso será colgar a su padre del dedo gordo del pie izquierdo a modo de extorsión, cuando ve, ¡oh cielos! que el remitente de la carta es la propia diputación de León, pidiéndole la contribución de las basuras de una propiedad que no tiene.
La historia le resulta familiar, a su hermano, que ni siquiera reside en la provincia ya que tuvo que emigrar en busca de un futuro, le había llegado algo similar el año pasado, su madre tuvo que perder el tiempo, pues él no estaba aquí, para demostrar que él no era el propietario de un terruño que le habían adjudicado en un paraje en el que ni siquiera se había detenido a tomar un vino a lo largo de su vida.
Al día siguiente esta ciudadana recibe otra carta (de extorsión, por supuesto) y decide acudir rauda a la diputación, donde una chica muy agradable se sorprende de que no tenga ninguna propiedad (debe ser que es muy raro) tras un vistazo a la pantalla del ordenador se me pregunta si no soy la poseedora de “algo” en una calle que ni conozco, pues no, señorita. “Perdone, ya borro sus datos, ya buscaremos al propietario, que cosa más rara, si esto no sucede nunca”. Doy las gracias y me pregunto si solo nos pasará a mi hermano y a mí, si es que le tienen manía a mi familia, o por el contrario están entrenadas y con el discurso aprendido.
Transcurridas dos semanas, el buzón alberga otra amenaza, esta con intereses y mismas consecuencias si no pago en unos días. Primero ¿por qué una servidora ha de perder horas de trabajo (que luego recuperará, pues no todos somos funcionarios) para demostrar que no tiene algo que, efectivamente, no tiene? ¿Dónde queda la presunción de inocencia? A ver si me entienden, si a mí me dan las escrituras, las acepto encantada y pago esa contribución, pues la cosa está muy malita y malo será que no sirva para nada. Pero, por el contrario, no me regalan nada y tengo que pagar un impuesto por algo que no poseo. Por esa misma regla yo ahora podría decir “ese señor que me cae mal ha matado a otro” y que ese señor que me cae mal perdiera su valioso tiempo demostrando que es inocente ¿no es lo mismo?
¿Será que la señora presidenta de la diputación tiene envidia de algunos colegas suyos agraciados tres veces con el gordo de la lotería? ¿Será que a veces cuela? ¿Será que los políticos de verdad creen que nos gusta que nos sangren? ¿O será que somos imbéciles los votantes por encumbrar siempre a la misma gentuza? No lo sé, sea como fuere, que en mi opinión es una mezcla de todas, a mí no me la dan con queso.
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